Menos interferencias, más cuidado

Cada año, en el mes de mayo, la AFAR (Alianza Francesa por un Parto Respetado) junto con la European Network of Childbirth Associations (ENCA) —red europea de asociaciones del nacimiento— invitan a las organizaciones y profesionales que trabajan alrededor del parto y del nacimiento a reflexionar sobre un lema específico para despertar, en las sociedades que vivimos, el interés general por el inicio de la vida.

Para 2018, el lema propuesto es «Menos interferencias, más cuidado».

Este año, la Organización Mundial de la Salud también publicó nuevas recomendaciones para una mejor experiencia de parto para las mujeres.

Cada día se habla más en todo el mundo «de respetar los derechos de las madres en el parto y en el nacimiento de sus hijos».

El cuidado maternal respetuoso, el mantener una comunicación efectiva (¡y ojalá también afectiva!) entre el personal médico y la madre, así como la elección de quien la acompañe en ese momento están entre las primeras recomendaciones.

Pero ¿qué hace que una intervención sea agradecida o sea vivida como una interferencia para cada una? Y aun más delicado: ¿qué es el cuidado para cada una de nosotros?

Acompañar más, intervenir menos pide el lema.

El saber hacer (cuándo, qué, cuánto, con quién, hasta dónde, de qué manera) está en la base de cualquier arte de vida y en el buen ejercicio de todos los oficios.

Cuando lo propio, lo personal, lo singular es dejado de lado, sabemos que lo vibrante y vital se pierde. Así en los partos como en la vida toda.

Sabemos también que, muchas veces, si a lo bueno se lo deja en paz, va progresando a su manera sin problemas; y eso trae alegría, y esa alegría es la sangre de la vida.

La esencia profunda de una mujer se irradia a través de esa alegría.

Pero, para muchas mujeres, esa alegría se pierde cuando aquello que tendría que vehicularla, acompañarla a transitar esa experiencia de traer un hijo al mundo, de pasar de un estado a otro, se vuelve un encierro, un drama.

La cultura moderna ofrece muchos elementos enriquecedores, pero si no revisamos nuestra relación con el significado, con la pasión y con la naturaleza profunda, dejamos la puerta abierta a interferencias que en vez de ritmarse con nuestras necesidades, en nombre del cuidado, nos ofrecen intervenciones que nos separan de nosotras mismas, y eso viene ocurriendo en la vida desde mucho antes del parto.

Algo que es vibrante puede quedar aplanado.

La capacidad de traer al mundo lo nuevo (nuevas formas y no solo hijos), la tan mentada innovación, en lugar de ser «cuidada» para nacer, al repetir valores aprendidos, formas repetidas de hacer las cosas (y no hace falta que haya malicia en ello, alcanza con que no haya escucha, con que solo se repita un status quo para que sea así vivido por las mujeres) provoca una considerable pérdidade relación con el alma, con la alegría natural y con la posibilidad de «bien vivir» el parto.

En ese momento, se necesitaría que la técnica, los conocimientos, las habilidades profesionales ofrezcan el máximo apoyo al alma, a la vida creativa, para ayudar a las mujeres que quieran poder hacerlo.

Dice la Dra. Estés: «Cuando una mujer intenta formar parte de un entorno que desdeña examinarla por dentro para ver de qué esta hecha, que no se pregunta qué la induce a correr, que no se esfuerza en absoluto en plantearle retos o en animarla en toda la medida de sus posibilidades, su capacidad de prosperar y crear disminuye considerablemente». No vivimos en una cultura que nos enseñe desde pequeños a ritmarnos para que se desarrollen nuestras capacidades innatas de acompañar.

Acompañarnos a nosotros mismos primero, estar a la escucha de la interioridad, para poder acompañar a otros.

Afinarse —tal como sucede con los instrumentos musicales— requiere el desarrollo de facultades sensoriales que tienen que ser llamadas a la vida y luego cultivadas cotidianamente si queremos que formen parte de nuestra vida.

El acompañamiento haptonómico postnatal nos muestra que, generalmente, esas potencialidades sensibles que ya están presentes en un recién nacido son ignoradas por falta de conocimiento, lo que hace que toda esa fenomenalidad intuitiva, sensible, existencial, todas esas predisposiciones del potencial humano queden allí dejadas de lado, y el ser humano quede en posición de sumisión y pasividad.

¿Cómo podríamos, luego, los adultos contar con esas capacidades que han quedado en barbecho desde entonces? El potencial humano es tan increíble que algo de eso podemos recuperar con empeño después. ¡La vida creativa insiste!

El acompañamiento pre- y postnatal de los padres y sus hijos prueba que es de gran importancia llamar a esas capacidades del recién nacido activando su intencionalidad vital, única y personal. De allí la importancia del acompañamiento afectivo-confirmante haptonómico postnatal para el desarrollo de sí en el niño, que implica una valorización en acto de sus facultades existenciales innatas. Y así para toda la vida.

Hay intervenciones acompañantes que, realizadas en el momento adecuado, impulsan a seguir adelante. Hay intervenciones que interfieren con ese potencial y lo detienen.

La sensibilidad, como la inteligencia, es algo que se enciende o se apaga.

Los entornos son la epigenética de esa posibilidad, en un sentido o en otro.

¡Estamos trabajando para el cultivo de esas cualidades sensibles que permitan un futuro de cuidados entre humanos!