Francia: La gestación para otro, un abandono planificado

Entrevista a Jaqui Zieler, Presidenta de la Fundación Creavida, especialista en Perinatalidad, diplomada en la Universidad de París, y formada en Haptonomía Perinatal y en Haptopuericultura en el CIRDH (Centre International de Recherche et Developpement de l’Haptonomie) de Francia, ciencia que divulga en Latinoamérica a través de la Fundación Creavida y de la editorial del mismo nombre.

Jaqui Zieler: Hace dos semanas estuve en París filmando cuatro clases para el Diplomado en Ecología Perinatal que dirijo en la Universidad Maimónides. En los cuatro reportajes, pregunté a quienes son hoy las personas con más trayectoria en Francia, en el mundo del nacimiento, cuál era su opinión sobre lo que allí se llama «gestación para otro» (GPA, su sigla en francés).

Laura Wang: ¿A quiénes te referís con «personas con trayectoria en el mundo del nacimiento»?

JZ: Cuando digo «trayectoria», me refiero, por ejemplo, a Marie Claire Busnel, una etóloga de 96 años en cuyo laboratorio se realizaron las investigaciones pre- y postnatales sobre la que se escribe la ciencia en perinatalidad, en Francia. Sus investigaciones sobre la sensorialidad de los bebés durante la vida intrauterina y la de los recién nacidos son ampliamente difundidas desde los años ochenta.

Digo también Catherine Dolto, pediatra, haptoterapeuta, conferencista internacional y escritora, quien, en esos años, trabajaba con su madre, Françoise Dolto, en la atención de bebés abandonados, en la escucha de niños en su programa de radio y en las conocidas «Casas Verdes».

Digo también Myriam Szejer, médica psiquiatra, quien dirige, desde hace 25 años, un Diplomado en Psiquismo y Perinatología en la Universidad de París, en el hospital donde se creó el primer bebé de probeta en los años ochenta.

Todas especialistas con cuarenta años de experiencia, que han recorrido la historia del nacimiento en Francia.

La cuarta entrevistada fue la Dra. Evelyne Petroff, jefa de Obstetricia de una de las Maternidades más conocidas de París, la famosa Maternidad de Les Bluets, allí donde, en los años cincuenta, en Dr. Lamaze trajo a Francia el parto sin dolor desde Rusia.

LW: ¿Está legalizada, en Francia, la gestación por sustitución?

JZ: No hay allí una ley que legalice el embarazo por sustitución. Hace diez años, los especialistas fueron convocados y escribieron un manifiesto contra la legalización del alquiler de vientres.

LW: ¿Qué opinan los médicos y los psicoanalistas?

JZ: Le conté a Myriam Szejer la polémica actual en nuestro país en relación con el tema de la subrogación de vientres y le pregunté cuál era su opinión. Voy a transmitirte textualmente sus respuestas: «Personalmente, milité mucho contra la GPA; me sentí muy rápidamente implicada en esta práctica, porque la amalgaman con la procreación asistida, ya que se realiza gracias a esa técnica. Pero no es una procreación asistida, sino que deriva de ella. La GPA es un desplazamiento hacia algo que me parece totalmente inhumano, donde se tratará a un ser humano, que será concebido con la ayuda de la Medicina para satisfacer la necesidad de tener hijos de personas que no pueden tenerlos o de personas que fisiológicamente no pueden concebir porque no tienen útero (sean hombres o mujeres) y, debido a esa necesidad, se manipulará lo humano. Luego, se les pedirá a las mujeres embarazarse de un bebé que saben que no conservarán, o sea que, ya desde ahí, será un embarazo muy particular.

Para el bebé, por un lado se tratará primero de ser llevado por una mujer que lo abandonará cuando nazca, y luego le será programado un abandono de la mujer que lo llevó hasta ese momento. Yo lo llamo «abandono recetado». ¿Así está bien? ¿No hay una repetición? Con mis colegas publiqué una obra que se llama, justamente, Abandono recetado (o Abandono con receta). Esta práctica es lo contrario de aquello por lo que milité toda mi vida, es decir, el respeto por los bebés y por las mujeres embarazadas que entran dentro de una utilización, objetivación, comercialización. Partimos en dirección de la esclavitud. Sea cual fuera el marco, legal o no, nada nos garantizará que no seguirá haciéndose bajo la mesa. Ninguna ley puede enmarcar una práctica como esa. Estuve explicando esta posición en la Asamblea Nacional y en la Academia de Medicina, en los lugares donde se toman las decisiones, y publiqué artículos en los diarios.

Creo que con la GPA franqueamos un límite, un límite ético extremadamente importante, y que abrimos la puerta a todas las manipulaciones de lo humano que pueden hacerse después de esto». La revista Etudes publicó un artículo de Myriam Szejer junto al psicoanalista Pierre Winter, en el que dicen: «La receta de una fertilización asistida que precede a una gestación para otro equivale a una prescripción de abandono. Los médicos se encuentran en una posición paradojal ante un abandono por pedido. Saben, desde hace mucho tiempo, los efectos de la separación madre-hijo. Ellos mismos han inventado las «Unidades canguro» para mantener juntos a las madres y a sus bebés hospitalizados, el piel a piel, la vitalización conjunta madre-bebé, y la importancia de poner al recién nacido sobre el vientre de su madre desde el momento del nacimiento, y sobre su pecho en caso de cesárea para favorecer la continuidad de la relación. Los pediatras y los obstetras estarían locos, entonces, cuando se dan tanto trabajo para preservar el lazo cuerpo a cuerpo, y cuerpo a alma, del cual conocen la importancia para el futuro del niño. Ellos han visto cuánto mejoraron estas prácticas el pronóstico de supervivencia de los prematuros, la duración de las hospitalizaciones, los éxitos de los amamantamientos…, ¿cómo podrían, paralelamente, prescribir un abandono? Un padre genético de nacimiento, lo quiera o no, desde el punto de vista del bebé, es un extraño. No es porque un hombre ha dado sus gametos que el niño concebido lo reconocerá como tal. Para los niños separados desde el nacimiento, esto representa un corte radical con lo que ellos conocen. Sus percepciones postnatales tienen una total disyunción con sus percepciones memorizadas en el vientre de la madre: su voz, su olor, los sonidos de su cuerpo, la voz del padre eventualmente (si estuvo hablando cerca del vientre de la madre durante la gestación), el ambiente familiar, los sonidos del idioma de origen; los gustos y los olores de las comidas que la madre comía y que impregnaron el líquido amniótico serán los gustos que encontrará luego en la leche materna. Todo eso que le permite a un recién nacido separarse en los primeros momentos de su vida y lo que funda las bases de su narcisismo primordial. La única cosa que le da un lazo entre el antes y el después del nacimiento son las palabras que conciernen a su historia y que le darán sentido a lo que le es dado vivir».

LW: ¿Cómo piensan la historización de un niño nacido a través de la GPA?

JZ: Myriam Szejer y Winter dicen en su artículo: «Si bien es importante restituirle al niño su historia, no hay que ser negligente con respecto a las palabras y a los significantes que no podrán predecir el efecto de las palabras verdaderas que conciernen a su historia y las palabras que ese niño recibirá. Ese relato de una gestación para otros debe inscribirse y encontrar lugar en la historia de las familias a las que concierne este tema, la cual se inscribe, igualmente, dentro de otra historia más amplia, que es la historia de la sociedad».

LW: ¿Que opinó Catherine Dolto sobre este tema?

JZ: Al día siguiente, cuando entrevisté a Catherine Dolto en su consultorio, hablamos más de una hora sobre el alquiler de vientres. Me dijo que le resultaba algo extremadamente grave para la humanidad. Le parece increíble que una sociedad que permanentemente habla del principio de precaución y que cuenta con todos los conocimientos científicos como para saber hasta qué punto esto es peligroso asuma un riesgo semejante. La relación que el niño vive durante su vida prenatal tiene una influencia muy importante sobre su comportamiento en muchos aspectos.

LW: ¿Cuáles son esos aspectos?

JZ: Ha detallado todos los matices: «Primero está la epigenética, el diálogo entre su genoma y el mundo exterior. El medio exterior de un bebé en gestación es su madre, todo lo que pasa entre esa mujer y alrededor de esa mujer, su familia, y cuál es su lugar (el lugar del bebé) en la vida de esa mujer. Si tiene un lugar afectivo muy bueno, la separación de abandono será todavía más violenta; si no tiene un lugar en ella y es llevado como un objeto, es extremadamente malo para él. Entonces, la dimensión epigenética es ya muy alarmante.

Los veterinarios hacen gestaciones para otros desde hace años, pero luego se volvieron muy prudentes, porque se dieron cuenta de que lo que transmitía la madre que gestaba era más importante de lo que ellos creían; por ejemplo, en su influencia en el pelaje».

LW: ¿Qué otros aspectos cree que se deben tener en cuenta dentro de esta reflexión?

JZ: La plasticidad neuronal, por ejemplo. En la vida prenatal, se establecen todas las grandes estructuras neurológicas, que luego serán muy importantes y estarán muy influenciadas por lo que el niño vive, expresando o inhibiendo ciertos genes más que otros. El cableado neurológico que preparará la forma en la que animará su cerebro dependerá también de lo que vive en su vida prenatal. Entonces, la plasticidad neuronal es algo que se debe tener muy en cuenta durante el embarazo, pero también en el momento del nacimiento.

Podemos decir que, desde el punto de vista de los genes, en el momento de la concepción, es como si repartiéramos las cartas en un juego de naipes; todo el embarazo ordenará esas cartas y, luego, en el momento del parto, cuando nuevamente hay grandes influencias y modificaciones en el cerebro, los naipes cambiarán otra vez. Sabemos, entonces, que son temas importantes.

Por otro lado, está largamente probado —totalmente comprobado hoy— que lo que la madre vive durante el embarazo tendrá efectos muy importantes en el desarrollo del niño: en su seguridad afectiva, sobre su inteligencia, sobre sus capacidades. La seguridad afectiva es lo que da el sentimiento «de estar a salvo»; hay experiencias sobrecogedoras que muestran lo que sucede en el cerebro cuando hay catástrofes, temblores de tierra, guerras, etcétera. Lo que está probado es que lo que afecta a la madre afecta profundamente al niño y, aun en la preconcepción, lo que afecta al padre, afecta al niño. Eso es realmente increíble.

LW: ¿Hay más consideraciones que influyan y que debamos tener en cuenta?

JZ: Sí, Catherine Dolto agrega también todo lo que hoy sabemos, además, respecto a cómo los acontecimientos transgeneracionales están ligados a la epigenética. Muchos psicoanalistas y psiquiatras se han debatido para que la genealogía de las personas sea tomada en cuenta no solamente a causa de la genética, sino por las influencias psicoafectivas. ¡Cuán importante es, a largo plazo, el linaje del que venimos! ¿Está bien así? Como decía Françoise Dolto, se necesitan tres generaciones para crear un esquizofrénico o un psicótico.

Hoy, que sabemos todo esto, conocemos las historias de la cripta y el fantasma (en referencia al trabajo de N. Abraham y María Torok) o los trabajos de Ancelyn Schützenberger, vamos a fabricar niños que no tendrán raíces, que habrán sido profundamente heridos en sus raíces. Nosotros, los terapeutas, vemos todo el tiempo personas que viven en un enorme sufrimiento porque no saben quiénes son sus genitores, porque fueron abandonados, y ese sufrimiento puede durar toda la vida. Esto es potencialmente portador de barbarie, porque el enraizamiento en la seguridad afectiva y la educación son las únicas edificaciones verdaderas contra la barbarie y las únicas inversiones siempre rentables.

LW: ¿Hay algo más que Catherine Dolto consideró importante incluir?

JZ: Sí. Fue muy clara también sobre la condición de las mujeres gestantes: «Todo el mundo sabe que quienes alquilan sus vientres no son mujeres ricas o en buena posición intelectual, sino mujeres que lo hacen porque no tienen dinero o porque están en condiciones difíciles. Lo que sucede es bastante sórdido. Hay algunas mujeres que lo hacen a continuidad, uno tras otro. ¡Hay que ver en Internet el tipo de propuestas que se encuentran!».

Catherine está convencida, y yo concuerdo con ella, de que debemos tener mucha prudencia en este tipo de prácticas. «No sabemos lo que hacemos, pero, además, sabemos que lo que sucede muy temprano en la vida prenatal, en el nacimiento, hará eco durante toda la vida. Cada vez que un fenómeno hable de separación o de linaje, los sufrimientos vividos en la vida prenatal, y también en el nacimiento, el pasaje de umbral que es el nacimiento y que es tan importante, resonará en los grandes pasajes. Y siempre habrá grandes pasajes en la vida».

LW: ¿A qué se refiere cuando dice «grandes pasajes»?

JZ: Los «grandes pasajes» son los umbrales, los cambios de estado en la evolución del ser humano en las distintas etapas de su desarrollo: el destete, la entrada a la escuela y, sobre todo, la adolescencia. Catherine nos explica que en el momento de la adolescencia aparecen las mismas secreciones hormonales que en el nacimiento, y se producen transformaciones físicas y cambios en la relación padre-hijo; es un momento en el que se despierta todo lo que sucedió en el nacimiento. Nos arriesgamos, entonces, a que la adolescencia sea aún más difícil para quienes nacen de este modo.

Agrega, también: «Los niños nacidos por alquiler de vientre han nacido de un contrato en el que hay aspectos legales y financieros. Vemos que la adolescencia de los niños adoptados es difícil —no para todos, pero sí para algunos—. Podemos imaginar las escenas familiares cuando el niño pregunte: “¿Cuánto has pagado por mí? ¿Por qué pagaste más caro por mi hermano que por mí? ¿Por qué decidiste que tenías el derecho de separarme de mi madre?”. Son situaciones que serán muy difíciles de gobernar. Cuando quienes están a favor del alquiler de vientres vienen a decirnos que miremos a los bebés, “que todo está bien…”, desconocen todo aquello que aprendimos sobre los humanos. Se olvidan de que no es difícil cuando son bebés, sino en esos momentos de pasaje de nivel, como en la adolescencia, pero también cuando se convierten en padres. Cuando entramos en la vida adulta, cuando terminamos los estudios, hay un pasaje de umbral, un momento de fragilidad, y también cuando somos padres. Todos los profesionales de la salud saben que, cuando se tiene hijos, se activan las historias de nuestra vida prenatal, de los inicios de nuestra vida que influenciarán a nuestros hijos»,

LW: ¿Dijo algo en relación con las futuras generaciones?

JZ: Sí. Cree que promoviendo la GPA estamos dando lugar a un proceso potencialmente muy patógeno para los niños y también para varias generaciones. Se pregunta qué sucederá, por ejemplo, con los niños que nazcan de dos personas que nacieron de vientres alquilados, con «nada» en el linaje genético pero, sin embargo, con una importante influencia.

LW: El gran problema, la mayor preocupación, es que tanto las mujeres gestantes como los niños no queden ubicados como mercancía de aquellos que tienen acceso a sus derechos, y desean ser padres y madres.

JZ: Fue con Gabriella Bianco, desde Palma de Mallorca, especialista italiana en Psicología Perinatal, con quien también hable sobre el tema. Esto sostuvo: «La tecnología médica ha logrado que el útero se convierta en un espacio público transitable y negociable, fragmentando la experiencia corporal femenina e ignorando la identidad global de la mujer». Sobre el tema, Catherine Dolto fue contundente esa tarde en su consultorio: «No sabemos lo que hacemos y, sin embargo, hacemos algo potencialmente grave para la especie humana. A causa de todo lo que acabo de decir pero también porque es una comercialización del ser humano. Algunas personas están de acuerdo en que las mujeres alquilen sus vientres, pero pocos piensan que ahí donde una mujer alquila su vientre hay un niño que es pagado, que es comprado. En el momento de la concepción, hay una transacción comercial, un contrato que se firma, lo que le da a esa concepción un cierto estilo muy particular. Si nuestra sociedad promueve la compra y venta de humanos, la mercantilización de bebés, podemos decirnos que es el inicio de una sociedad en la que los valores del comercio han reemplazado los valores de humanidad».

En la Maternidad de Les Blues, también en París, Evelyne Petroff respondía de esta manera: «Me asusta pensar que un niño pueda ser una mercadería. ¿Cómo se puede gestar a un niño en esas condiciones? Me parece terrible que el Estado pueda hacerlo por decreto porque la Medicina puede responder hoy a esa posibilidad.

Trabajo mucho para que las mujeres puedan, junto a sus compañeros, darle al niño ese baño sensorial que yo sé el bien que le hace al bebé; sé todo lo que la voz del padre aporta y sé, también, que cuando una mujer inviste al niño que se desarrolla dentro de la seguridad afectiva, se impregna de todo eso durante el embarazo y el parto; sé cuánto lo marca lo que ha vivido. Lo sé porque vemos los resultados cuando una mujer tiene ciertas problemáticas y no logra hacerlo. Entonces, prescribirle al niño esa soledad me parece imposible, pero eso es lo que se hace. Es prescribir que un niño no debe apegarse a su madre. Se le paga a una mujer para que ese niño sea dado a otro, y se hace de manera que ella no tenga ninguna emoción en relación con el niño. Se ve la desorganización que eso provoca en los niños: psíquicamente, esos niños no están bien porque la confianza necesaria no ha sido dada».

LW: ¿No conciben la posibilidad de que, en algunos casos, la GPA se lleve adelante de manera solidaria, altruista, por amor?

JZ: Catherine Dolto fue igualmente contundente: «Hay algunos que hablan de “gestación para otro ética”, diciendo que puede ser hecha por amor. Dicen —y es cierto— que en muchas sociedades hubo prácticas que se parecían a esta. Es decir que, cuando no había anticoncepción, las mujeres que tenían muchos hijos los daban a alguna hermana o a alguien. Pero era otra cosa, estaba dentro de una práctica cultural y era “hablado”; no había una transacción comercial, y la relación en la que esto sucedida era menos malsana; aun así, muchos de esos niños manifiestan lo difícil que eso fue para ellos. En una “gestación para otro ética”, podemos imaginar condiciones ideales. Una mujer que ha trabajado mucho sobre sí misma podría permitirse este altruismo supremo de llevar un niño para otro, pero sería muy raro. En la mayoría de los casos, se trata de una transacción comercial o de algo muy extraño en el plano social y psicoafectivo, a tal punto que, en muchos países, para poder hacerlo, es condición que la mujer haya tenido hijos. ¿Qué representa para esos niños ver a su madre llevar un niño que no es de ella, o sí lo es, pero fue fecundado por el esperma de alguien que no es su padre? Es muy complicado.

Siempre es lo mismo: cuando queremos legislar sobre las cuestiones humanas, hay algunos casos en los que podríamos decir: “Sí, en este caso no es completamente loco ni completamente malsano”, pero son rarísimos en relación con la cantidad que son sórdidos… Alcanza con ver en Internet lo que sucede: es terrible. Es abrumador ver lo que la sociedad se está haciendo a sí misma proponiendo cosas así, poniendo por detrás el “derecho a...”, es decir, “Tengo derecho a la salud. Tengo derecho a la felicidad”. “Tengo el derecho de comprarme un perro, entonces, tengo el derecho de tener un niño”. Todo el mundo habla del derecho de gozar el hecho de tener un niño que lleva sus genes. Esto es lo que hay detrás: los padres que alquilan un vientre quieren que el niño tenga sus genes, al menos los del padre. Tiene algo de siniestro eso de "Quiero que tenga mis genes”.

Entonces, es el resultado de la comercialización; es una perversión de una sociedad que dice: “Si ustedes no tienen todo lo que desean, se frustran, y frustrarse no es aceptable; su no frustración no tiene precio”. Es una locura, porque el destino del ser humano es no tener todo lo que querría, que su deseo permanezca insatisfecho para que permanezca vivo y activo. Nadie tiene derecho a todo. Todos los días perdemos algo y, si no perdemos, no podemos adquirir nuevas cosas. Es gracias a esas renuncias (y, sobre todo, la renuncia a la “todopoderosidad” de “Tengo derecho a todo lo que quiero”) que se juega la elevación de la calidad de la vida humana. ¿Así está bien? Nunca se ha visto algo así: que las mujeres alquilaran sus vientres, y que los niños fueran comprados. Vimos esta imposición en la esclavitud: imponer la venta de humanos; también lo vimos en la medicina veterinaria. Pero, tanto en un caso como en el otro, estamos en zonas de inhumanidad.

LW: ¿Cómo piensan en Francia el abordaje de la construcción de la identidad en los niños nacidos por esta práctica? ¿Se podría considerar parecido a la adopción?

JZ: Una de las ideas en la que todas coinciden es justamente en esta distinción. En la adopción se intenta subsanar un abandono; en la subrogación, se lo crea. Catherine Dolto dijo: «Hay gente que compara la gestación para otro con la adopción. En la adopción, está la preocupación por reparar un sufrimiento: “Este niño acaba de perder a su madre; intentaré darle, de todos modos, una buena vida”. Lo que se hace en la gestación para otro es programar una infelicidad. Hoy sabemos que ser separado de la madre de nacimiento es vivido como “ser arrancado”. El niño en el útero percibe todo de su madre y de quienes la rodean, y reacciona a ello. Eso quiere decir que el medio que constituye la vida de su madre, su olor, los latidos de su corazón, las hormonas, si está estresada o no lo está, su alimentación, lo que come, los sonidos, la voz de otros niños, los ladridos del perro, los timbres, todo ese mundo, él lo aprende. El niño aprenderá todo lo que ha sido su mundo hasta allí. Antes de nacer, aprende el mundo en el que va a entrar, y podemos decir que el concierto polisensual que la madre y el padre le ofrecen —si está ahí— es la base de su futura identidad, porque todos esos ritmos están en su carne y forman parte de él. ¿Este párrafo quedó bien así? Aunque no viva en simbiosis con su madre porque ya tiene su identidad y su lugar de sujeto, su protoidentidad es inseparable de esas personas con las que se encontró durante su vida prenatal. Entonces, cuando eso se corta bruscamente, sin explicar cómo ni por qué, forzosamente hay para el niño una enorme depresión con el agravante del peligro de no reconocerse a sí mismo. Hay una solución de continuidad en su identidad.

Como los bebés quieren vivir, avanzan y avanzan, pero esa falla en su identidad está ahí, y un día u otro corre el riesgo de despertarse. Vemos eso en los bebés que han vivido situaciones muy difíciles alrededor de las primeras semanas de vida, y eso se despierta en la adolescencia o cuando entran en la vida adulta. En ese momento, se les puede contar lo que sucedió; se les puede decir que estábamos ahí, que su padre estaba allí.

Si no está acompañado por personas que le den sentido a lo que vive y que le den seguridad, es como si no supiera quién es y, ante esa prueba, en lugar de ser humanizado por el acompañamiento de personas que son conscientes de su dolor, de su trauma de identidad, que lo ayudan y le aporten medios de decirse “Seguís siendo vos mismo, porque nosotros seguimos siendo los mismos”. Si vivimos eso junto a personas que están muy contentas porque “¡Ya está! ¡Ya tenemos nuestro niño!”, se lo apropian, es decir, que él está en la tristeza y ellos en el regocijo del “tener” y se lo apropian. Hay un enorme malentendido que el bebé no puede decir con sus palabras; el bebé quiere tanto vivir que se adapta a eso, y ciertos bebés no harán síntomas y, si los hacen, no se les dirá la verdad, mientras que ellos tienen derecho a esa verdad de su historia.

Hay miles de personas que han trabajado sobre esto, de manera que podemos decir que sí, que proteger la identidad, la construcción de la identidad, es esencial para la continuidad de la vida. Marie Claire Busnel, nos aporta también su opinión sobre este punto: «Todo lo que sabemos de la adopción nos ayuda a pensar sobre este tema. Es cierto que el amor de los padres adoptantes ayudará al bebé. Sabemos que prácticamente todos los niños adoptados llegan a una edad en la que tienen el deseo de conocer a sus padres biológicos, sea cual fuera la calidad de los padres adoptivos; aunque hayan sido personas maravillosas, necesitan conocer sus orígenes. Es una necesidad interior. Algunos creen que es la necesidad de reencontrar su origen; yo creo que es la necesidad de reencontrar el entorno que conocieron durante su gestación y del que guardan una memoria inconsciente. Se provocan, además, situaciones insoportables, como cuando las madres gestantes no quieren entregar a los niños, o niños a los que se les descubren malformaciones y los padres adoptantes no quieren recibir, etcétera.

Hay miles de razones y de ocasiones para que las situaciones no sucedan bien y se creen tensiones insoportables, incluso para los adultos. Muchas veces todo sucede bien, pero son numerosos los casos en los que esta «adopción» querida y artificial provoca dramas en los adultos o en los bebés. Creo que cometemos un error terrible. Una adopción, cuando los padres desaparecen, es una cosa…, pero programar ese abandono me parece un error de la civilización y un crimen en relación con ese bebé que estará obligado a separarse de todo eso».

LW: Los psicoanalistas sabemos bien que todo lo que toca el cuerpo tiene resonancia simbólica, que estamos atravesados por el lenguaje y que somos mucho más que nuestra biología y la genética.

JZ: En el artículo «Las maternidades de sustitución; ¿buena o mala idea?», publicado en la revista Etudes, Myriam Szejer y Jean-Pierre Winter hablan sobre esto: «Es cierto que los humanos no son reductibles a lazos biológicos y muchos son los adoptados que parecen estar bien. Sin embargo, a veces, el precio de una gran negación es lo que les permite adaptarse a las exigencias de sus prójimos o de la sociedad. Lo que no se puede impedir es que el inconsciente se manifieste y se construya sobre algo falso, sobre algo no dicho, con el riesgo, en todo momento, de hacer vacilar, o incluso aun, de hacer caer todo el edificio. ¿Cómo puede una mujer embarazada de un niño decir que esto no la hace sufrir? ¿Cómo no la hace sufrir el hecho de tener el proyecto de abandonarlo en el nacimiento? Es una pregunta a la cual el psicoanálisis le puede ofrecer una respuesta esclarecedora. El mecanismo de defensa utilizado para lograrlo es la negación. Negando y enviando al inconsciente las emociones indeseables ligadas a la vida prenatal, conciben sobre esa negación y llegan a persuadirse a sí mismas que todo eso no tiene efecto sobre ellas.

Se puede decir que la puesta en marcha de esta negación del embarazo tiene origen en ciertos infanticidios en los que el bebé no llegará a inscribirse en el psiquismo de la madre. Pero, para estos últimos, el proceso es no solo inconsciente, sino también involuntario, mientras que para las madres portadoras procede de una manipulación deliberada y sostenida por el mantenimiento de una buena conciencia frente a una situación en la que el dinero tiene un rol y parece tener el aura de buenos sentimientos solidarios, sirviéndose del pretexto de una transacción perversa».

LW: ¿Qué fue lo que más te impactó en estos diálogos?

JZ: Una de las ideas más evidentes, más allá de todas las expuestas, fue que para apoyar esta manera de hacer llegar a las personas a la vida, hay que hacer un impasse sobre todos los descubrimientos científicos de los últimos setenta años. Catherine lo explica diciendo que es como si alguien que quisiera hablar de Física, dejara de lado todos los conocimientos de la Física Cuántica. No se puede dejar de lado todo lo que sabemos sobre la vida prenatal. Hoy ya no es más posible. Está todo probado, documentado. Quien más evidencia le ha aportado al mundo científico desde su laboratorio fue Marie Claire Busnel: «Uno de los aspectos más importantes cuando se aborda este tema es el bebé. Parece que nadie se pregunta sobre el bebé. Es quien debería estar en el centro de este problema. Sabiendo que todas sus características, su emotividad, se crean durante la gestación, ¿cómo se puede pensar en hacerlo gestar por una mujer y después trasplantarlo, únicamente por el deseo de una pareja de tener un hijo, en detrimento del niño? Me pregunto cómo se puede pensar todavía que es posible separar a un niño de todo lo que conoció durante su gestación, lo que escuchó, lo que sintió…, por el deseo de un adulto —quien sí es capaz de gobernar su deseo—, someter al bebé a un cambio total de lo que conoce y dejarlo totalmente perdido en un nuevo universo en el que nadie dice nada sobre eso. Sabiendo todo lo que ya conocemos sobre las capacidades de los fetos de sentir todo lo que sucede con él y con su madre, me pregunto cómo se puede, siquiera, hacer esta pregunta. En el libro que escribimos, Abandono recetado, lo decimos: creamos problemas para el bebé.

Hay una fórmula que encuentro que sintetiza todo lo que pienso sobre la GPA y es la cantidad de personas implicadas, las más cercanas, porque hay mucha gente: los padres gestantes, los adoptantes, el bebé, como dijimos, es muy importante, por supuesto, pero también los hijos de la familia gestante si los hay. O sea, hay problemas para todo el mundo, salvo para los padres adoptantes, que son los únicos beneficiarios de este asunto. No solo será terrible para el bebé, que vivirá una pérdida total de referencias, sino para la madre gestante que no podrá ligarse afectivamente por el hecho de saber que tiene que darlo; si se vincula, será un drama peor para la continuidad de los acontecimientos. Entonces, hay una gestación en la que hay una madre ambigua, que “se relaciona sin relacionarse”; un bebé que no será esperado por ella; un hombre que verá a su mujer embarazada por nada, porque al final no habrá un bebé; los riesgos para la embarazada; los otros hijos, que bien pueden preguntarse por qué no los darán también a ellos, o sea, que ellos también perderán su seguridad; y la falsa posición del bebé, que es llevado así por una mujer. Me parece que no vale la pena ser portador de tantos problemas futuros; o sea, el balance es negativo para la mayoría de las partes concernientes, salvo para los adoptantes».

LW: ¿A qué llaman «la primera hora»?

JZ: En Francia, se llama así —o también «la hora sagrada»— a las primeras horas de vida aérea del recién nacido. Tantos profesionales han trabajado mucho para que las primeras horas puedan ser cuidadas, vividas en tranquilidad, en los brazos de la madre, con el padre, para que pueda dedicarse exclusivamente a la seguridad afectiva en ese momento de transición que es tan delicado y fundante… ¡Todas las «primeras veces» lo son! El bebé no tiene ya el agua en la que vivía ni las paredes que lo rodeaban; no puede jugar con sus pies, con sus manos; todo lo que formaba parte de su mundo, de repente, no está más y necesita ese tiempo precioso de las primeras horas para hacer su inventario. Catherine Dolto repite cada vez que se lo preguntan los detalles sobre lo que es ser un recién nacido [1] : «“Ya no está la placenta, ya no está el cordón. ¡No puedo hacer tantas cosas! ¡Ya no soy más yo mismo!”. Este es un momento de cambio muy importante en el que los padres constituyen las referencias de identidad entre el mundo de antes y el mundo de después. “Mis padres siguen estando ahí, entonces, yo sigo siendo yo”. Si esto no está, existe el peligro de que, un día, el niño no pueda decir “Yo”. Se trata de un momento muy significativo; esa acción significa una especie de brutalidad. Quitando al niño de ese modo, estamos haciendo un daño muy grande.

LW: ¿Hay varios puntos de vista relacionados con la manera de llevar a cabo esta separación?

JZ: Sí, esto también ha sido muy estudiado en perinatalidad, por otro tipo de maternidades y circunstancias fuera de la GPA. Catherine Dolto dijo: «Están aquellos que dicen que sí, que es mejor ver a la madre gestante y dejarlo en contacto con ella, y quienes sostienen la separación drástica. Francamente, después de cuarenta años de profesión, no sé qué es peor.

Arrancarlo brutalmente es una abominación, pero hacerle creer a un niño que una mujer que es su madre no lo es, mientras que la mujer hacia quien él es atraído por su olor, por el sonido de su voz, por todo lo que reconoce, no lo toma en sus brazos, es aún peor. Él se pregunta: “¿Pero por qué no me tomas en tus brazos? Si sos mi planeta, de donde vengo… ¿por qué me haces creer que mi madre es otra?”. ¿Todo esto será hablado, será dicho? Quien forzosamente es engañado con todo esto es el niño. Y cuando le digan que todo eso fue hecho por amor, ¿qué va a pensar que es el amor? Educar a los niños que tienen ese trauma sobre su identidad, ese trauma sobre qué es el amor, es prepararse a una sociedad muy curiosa. Lo más apasionante de estas conversaciones fue el llamado a una amplia y profunda reflexión profesional y social sobre los temas que nos competen como integrantes de la cultura, y a los especialistas como poseedores del legado clínico y teórico, a quienes conozco de cerca, sobre el sufrimiento humano y también sobre el potencial de salud que hay en el inicio de la vida. Quisiera terminar, Laura, compartiendo contigo tres pensamientos. Uno es lo que Françoise Dolto siempre les decía a los políticos franceses cuando la consultaban: «Cuando más deberían ocuparse de los ciudadanos es cuando tienen entre 0 y 3 años de vida».

El segundo es de Catherine; lo dijo con suma emoción al terminar nuestra charla: «Para mí, además de la perturbación por ver a la especie humana llegar a la comercialización de los niños, está el dolor de ver que todo el intenso trabajo hecho desde hace años, para avanzar en la comprensión de todo esto, es barrido de repente».

Por último, quiero cerrar con el prólogo del vasto manual llamado Naissance: «Ciento cincuenta millones de niños nacen cada año en el mundo. Tantos pequeños humanos inscriptos en una familia, un linaje, una cultura y un futuro. Más allá del área médica, la procreación y el nacimiento ponen en juego todas las preguntas ligadas a lo humano. La Historia y la Etología nos dicen hasta qué punto las culturas han cuidado este aspecto de la vida.

El progreso científico ha revolucionado la seguridad para traer niños al mundo y el abordaje de la procreación, pero el manejo de las técnicas no es suficiente. El Psicoanálisis nos ha enseñado cuán fundante es el nacimiento y cuán importante es no considerar al recién nacido un objeto de cuidados, sino un sujeto. Los niños que actualmente nacen entre nosotros son los adultos del mañana, y la manera como los recibamos técnica, simbólica y económicamente tendrá efectos sobre las próximas generaciones. Para hacer frente a las problemáticas contemporáneas que surgen de los avances científicos, de la evolución de la sociedad y de los problemas demográficos, se impone una reflexión sobre los efectos de nuestras prácticas occidentales modernas. Necesitamos, entonces, la mirada de las ciencias humanas tanto o más que de la Medicina».